Mi amada es una máquina |
Ficha de la versión | |
Obra | Mi amada es una máquina |
Versión | Estreno en Rosario |
Fecha | Miércoles, 13 de mayo de 1987 |
Duración |
00:03:05 (Introducción) 00:02:30 (Obra) |
Marcos Mundstock:
Sin duda, la alucinada personalidad del ingeniero Armand Cerveaux es fascinante. Su amor por las máquinas convive desordenadamente con su naturaleza apasionada y poética. Ya de joven escribió: "Hermosa Isabelle Superbe, disuelves en tu torbellino febril la sustancia que me nutre". Conviene aclarar que Isabelle Superbe era la marca de una licuadora. También vivió un romance con una máquina tragamonedas, pero la abandonó cuando descubrió que a ella sólo le interesaba su dinero. Pero el gran amor de Armand Cerveaux es una computadora. "Tu nombre es computadora -suele decirle- pero yo te llamo por tu diminutivo: Dora".
Armand Cerveaux está convencido de que esa computadora, Dora, no es otra que la reina hechizada de Tropsouvent. Según la leyenda, su marido, el cruel y celoso monarca de Tropsouvent, encerraba a la reina en la torre del palacio y la obligaba a usar un cinturón de castidad con un pesado candado. Lo único que le era permitido en su encierro eran las clases de filosofía y literatura que le daba un joven seminarista, que en realidad sabía muy poco de literatura, y apenas si poseía algunas nociones de cerrajería. Muy pronto, sabios y estudiosos de todos los rincones del país acudieron a palacio para darle clases a la reina. La reina adquirió una gran cultura. La tristeza de su rostro dio paso a una plácida sonrisa y a un extraño brillo en su mirada.
La reina comenzó a tomar clases de álgebra, laúd, alquimia, teología, resistencia de materiales, repostería, gramática griega, y hasta un curso de latín de conversación en grupos. El monarca, celoso de la sabiduría de la reina, ordenó al brujo de la corte que la hechizara; y así fue como la bella y sabia reina fue convertida en un monstruoso artefacto inanimado, que conservaría todos sus conocimientos, pero que sólo podrían ser descifrados por quien la amara con pureza. Esto dice la leyenda.
Y el poeta e ingeniero Armand Cerveaux está convencido de que la computadora de su amor, Dora, es la reina hechizada y que él es el predestinado a descifrar su sabiduría. A continuación escucharemos la tierna canción de amor que Armand Cerveaux dedicó a Dora, y en ella a todas las computadoras del mundo. Su título: "Mi amada es una Máquina".
Daniel Rabinovich:
Te veo por esos campos
en mis sueños cibernéticos,
ondeando al viento tus cables
por esos campos magnéticos.
Me atraviesa una descarga,
un eléctrico temblor,
cuando deslizo mi mano
por tu panel posterior.
Tengo celos de los hombres
que tu memoria han cargado,
que te dieron sus tarjetas,
que tocaron tu teclado.
Excitaron tus circuitos
y, aunque sé que no los amas,
son demasiados los hombres
con los que has hecho programas.
¿En qué estarás procesando?
Tu monitor, ¿por qué calla?
Me estás ocultando algo,
se te nota en la pantalla.
Grábame algún mensaje
con esa voz digital,
puedes comenzar a hablar
a partir de la señal.
No contestas mi diskette
¿Por qué no me imprimes nada?
¿No almacenaste mis ruegos,
o es que estás desenchufada?
Eres cruel e insensible
al amor que me devora,
eres fría y sistemática,
eres muy calculadora.
Para todos los demás
no eres más
que una computadora
que no siente ni palpita.
Para mí siempre serás
simplemente Dora.
Dora, mi computita.