Teresa y el oso |
Ficha de la versión | |
Obra | Teresa y el oso |
Versión |
Disco "Volumen 4" |
Fecha | Noviembre de 1976 |
Duración | 00:18:10 |
Texto de carátula del disco:
Para la grabación del cuento sinfónico Teresa y el Oso de Johann Sebastian Mastropiero, Les Luthiers contrataron a 61 personas: 60 profesores de orquesta y uno de zoología. La limitada capacidad del estudio de grabación condicionó interesantes soluciones de espacio: un flautista delgado dentro de una tuba, el platillista como abrazado a un fagot, una oboísta a babuchas del timbalista, siete violines en el vestíbulo, los cuatro cornos desde sus casas por teléfono y la arpista en el bar de enfrente, lo que obligó a llevar su micrófono hasta allí y a pagarle un café con leche.
Salvo la princesa Teresa, que se identifica con el quinteto de cuerdas de la sinfónica, los otros personajes de Teresa y el oso están representados por instrumentos informales ejecutados por Les Luthiers. En orden de aparición:
Pajarillo Amarillo: Tubófono Silicónico Cromático
Jabalí Alí: Alt-pipe a vara
Molusco Pardusco: Gom-horn da testa
Mariposa Golosa: Dactilófono
Oso Libidinoso: Glamocot
Bruja Granuja: Glisófono Pneumático
Tres Gansos Mansos: Kazoos
Bajos Instintos: Bass-pipe a vara
Vaca Resaca: Yerbomatofono d'amore
Marcos Mundstock:
Aquella habría sido una tranquila mañana de otoño en el bosque, una mañana de otoño común y corriente, si no fuera que ya eran las cuatro de la tarde y estaban en verano. Todos los animales habían sido citados por la Princesa Teresa en un claro del bosque para averiguar cuál de ellos era su prometido, el Duque Sigfrido el Erguido. El duque había sido hechizado por la Bruja Granuja que, no sólo lo había transformado en algún animal del bosque sino que, además, le había quitado la memoria.
El Pajarillo Amarillo cantaba alegremente. (Suena el tubófono). El pajarillo decía: "Sólo el amor de la Princesa puede devolver la forma humana al Duque". En ese momento, se presentó el Jabalí Alí. (Suena el alt-pipe). El jabalí preguntó: "¿Por lo de la Princesa es aquí?". "Sí", dijo el pajarillo. "Nos han citado a todos. A propósito, ahí viene arrastrándose el Molusco Pardusco". (Suena el gom-horn). El molusco preguntó: "He perdido mi caparazón, ¿no lo vieron?"
En ese momento, apareció volando la Mariposa Golosa. (Suena el dactilófono). "¡Socorro!", se quejaba la mariposa, "¡Me persigue el Oso Libidinoso!". Y apareció corriendo tras ella el Oso Libidinoso. (Suena el glamocot). El oso perseguía a la mariposa ofreciéndole una margarita y recitándole un poema que decía: "Sublime éxtasis de amor, mariposa, que acelera mis latidos. Vayamos, vayamos, vayamos, vayamos, vayamos pronto". El molusco se interpuso. El oso bramó: "¿Y tú qué quieres, despreciable molusco?". "¿No vió mi caparazón?". El instante fue aprovechado por la mariposa, quien se escondió ayudada por el Pajarillo Amarillo.
Hacía ya tres lunas que la bruja había hechizado al duque. La hermosa Princesa Teresa deambulaba en su búsqueda, lamentándose de su suerte. La acompañaban en silencio sus fieles Gansos Mansos. El pajarillo anunció: "¡Ya llega la Princesa! ¡Qué triste está!", y apareció la Princesa.
Entonces, apareció la Bruja Granuja. (Suena el glisófono). La bruja se burlaba: "¡Nunca sabrás en qué animal he convertido al duque! ¡Ni siquiera él recuerda nada, ja ja ja!". La Princesa clamaba: "¿Dónde estás, Sigfrido, Sigfrido? ¿Qué clase de animal eres?". Los gansos consolaban a la Princesa: (Suenan kazoos) "¡Tranquilízate!", dijo el gansito pequeño. "Ten calma", agregó la gansa robusta. "Todo irá bien", dijo el ganso viejo. "¿No vió mi caparazón?". (Ésta última frase con voz del molusco)
De pronto, la gansa robusta lanzó un grito de indignación, le dio una tremenda bofetada a un cuarto ganso enorme que estaba a su lado y salió corriendo. El ganso enorme no era otro que... ¡el Oso Libidinoso disfrazado!, que corría a la gansa ofreciéndole una margarita al grito de: "¡Sublime éxtasis de amor, gansita, vayamos, vayamos pronto!". Los gansos fueron en ayuda de la gansa robusta, y la Princesa se quedó sola.
"No debo flaquear", díjose la Princesa, "no debo flaquear, debo encontrar al duque". Pero en ese momento se hicieron oír los bajos instintos de la Princesa: (Suena el bass-pipe) "Olvida al duque, recuerda los abrazos de aquel fornido palafrenero de palacio". "Pero debo cumplir con mi deber". "¿Y si algo falla y el hechizo se rompe sólo a medias? El duque podría quedar medio animal". "Bueno, en eso es igual el palafrenero".
Mientras esto sucedía en el bosque, veamos qué pasaba en una pacífica granja cercana. El granjero, silbando distraídamente, ordeñaba a la Vaca Resaca. La vaca rumiaba sus pensamientos... (Suena el yerbomatófono) y otras flores que había comido esa mañana. "¡Qué extraño!", pensaba la Vaca Resaca, "es la primera vez que me ordeña de tarde", y miró al granjero. Cuando lo vió, Resaca lanzó un mugido y salió corriendo. El granjero no era otro que... ¡el Oso Libidinoso disfrazado!, quien comenzó a perseguirla ofreciéndole una margarita al grito de: "¡Sublime éxtasis de amor, vaquita, vayamos, vayamos pronto!".
En el bosque, la Princesa, ayudada por los Gansos Mansos, ya había interrogado a casi todos los animales, pero no había logrado averiguar cuál de ellos era el duque. Una triste desazón invadió a la Princesa. De pronto, los gansos, viendo llegar al pajarillo y a la mariposa, bramaron: "Ustedes dos, ¿qué hacían la noche en que el duque fue hechizado?". "Nada, nada". "¡Confiesen!". "Y bien, sí, pero nos vamos a casar". Un fracaso más. Otra triste desazón invadió a la Princesa.
Teresa alzó sus bellos ojos, como implorando ayuda a los que la rodeaban. Hasta que su mirada se cruzó con la del jabalí. "¡Miren, sí, sí, no hay duda!", dijo la Princesa, "¡el jabalí tiene la misma mirada que el duque!". El jabalí, con sombría voz declaró: "Es que yo no soy un jabalí". "¡Oh!". "Yo soy... ". "¡él es... !". "Un duque hechizado". "¡El Duque Sigfrido!". "No, el Duque de Mantua". "¿Y qué haces aquí?", preguntó sorprendida la Princesa. "Me echaron de Rigoletto". La última posibilidad había fracasado. Otra triste desazón más invadió a la Princesa.
De pronto, de la espesura surgió el Oso Libidinoso y exclamó: "¡Aguarden, al ver a Teresa recuperé la memoria! ¡Ahora entiendo la causa de mi vergonzoso desenfreno, he sido víctima de un hechizo cruel! ¡Gracias, amor mío, por venir a salvarme! ¡Yo soy el Duque Sigfrido!". Dicho esto, el oso arrancó una margarita, y viendo la alegría en el rostro de la Princesa, se dirigió a su encuentro triunfalmente. El oso le ofreció la margarita a la Princesa pero, en ese momento, la Bruja Granuja se interpuso y con aire trágico gritó: "¡Tú no eres el duque, farsante! No puedo soportar este atropello. Yo no sirvo para bruja, lo hago para complacer a mi familia. El Duque Sigfrido es el molusco". Y la bruja se fue llorando mientras el oso, conmovido, corría tras ella, ofreciéndole la margarita.
Todos felicitaron al molusco, quien avanzó hacia la Princesa lentamente, como un duque. Mientras el molusco agradecía los aplausos, Teresa lo tomó con amor, y lo depositó suavemente sobre la palma de su mano. Y, ante el asombro y el esfuerzo de Teresa, el molusco se fue transformando en un joven esbelto y hermoso: el Duque Sigfrido.
Allí están Sigfrido y Teresa, con los corazones entrelazados, mirándose a las manos y con los ojos latiendo al unísono. Y ya inician su triunfal regreso al palacio. Los animales los escoltan en eufórico cortejo. Todos bailan alegremente. Y allá van, encabezando el cortejo, el duque, la Princesa, y su flamante dama de compañía que no es otra que... disfrazado, el Oso Libidinoso.